Sucedió en el mes de diciembre del año 1920, cuando en Londres la revista Strand Magacine publicaba unas fotografías donde se veían con bastante claridad varias hadas y gnomos jugando en un jardín del pueblo de Cottingley, cerca de Bradford, en Yorkshire. Fueron dos jóvenes lugareños quienes hicieron las fotos.
A tal punto se extendió la fama y veracidad de las fotos que el propio Sir Arthur Conan Doyle (escritor de las novelas de Sherlock Holmes y estudioso del espiritismo) aseguraba que eran ciertas, y contrató a varios expertos en fotografía para que las analizaran y lo demostraran, jugándose su reputación en ello. Nadie se atrevió a decir que era un trucaje, si bien la compañía Kodak afirmó que los negativos podrían haber sido retocados por un falsificador muy hábil.
Para continuar con el estudio, se organizaron excursiones al lugar, una de ellas con el clarividente Geoffrey Hodson, quien llegó a afirmar, poco después de llegar, que había visto a una de las hadas “a nivel astral”, y a la que describió posteriormente en una de sus obras con las siguientes palabras:
El hada, particularmente bella, posee un cuerpo cubierto de una luz dorada tornasolada y transparente. Tiene grandes alas, divididas en dos partes. La inferior, más pequeña que la parte superior, se alarga en punta como las alas de ciertas mariposas. El hada puede agitar los brazos y batir las alas. Solamente puedo describirla como una maravilla de oro. Sonríe y es evidente que nos ve. Pone los dedos sobre sus labios. Se encuentra escondida en un sauce, entre las horas y las ramas, nos espía con una sonrisa. No se la puede ver objetivamente desde el plano físico, sino sólo con la vista astral.
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